Primer amor


PILAR CASTRO | EL CULTURAL, 18/10/2000

Espido Freire: Primer amor. Temas de Hoy. Madrid, 2000, 215 pp.

 

Espido reivindica la necesidad de saltar de una vez del cuento a la vida, pues esas historias son responsables de ilusiones que no caben en el mundo real


Del amor, las mujeres, los hombres y la vida trata este libro. Dicho así puede parecer uno más entre la amplia y variada gama de discursos de carácter divulgativo llamados a tener buena acogida porque a todos señalan con títulos que invitan a enredarse en consideraciones sobre las emociones humanas. Y es que el amor -muchos lo han dicho, aunque pocos, como Benedetti, han acertado a expresarlo tan certeramente- “es uno de los elementos emblemáticos de la vida. Breve o extendido, espontáneo o minuciosamente construido, es de cualquier manera un apogeo en las relaciones humanas”. Y en su enigmática fuerza busca empuje, también, este volumen singularizado más que por sus argumentos por el original planteamiento de su autora. Es lo último de Espido Freire (Bilbao, 1974), una voz ya con un nombre propio cosido a tres novelas -Irlanda, Donde siempre es octubre y Melocotones helados- de espléndida acogida y el último premio Planeta a sus espaldas.

Pero lo de ahora no es ficción, aunque tire de ella, y de la memoria, para convocar a un tropel de protagonistas y situaciones del imaginario infantil con el fin de ilustrar su propuesta, que consiste en ofrecer su personal visión de un “espinoso tema”: el del “primer amor”, que “no es siempre el primero -aclara- sino el que ha quedado fijado de forma indeleble. El que sirve de referencia y guía para las relaciones posteriores”. Porque “no se siente más amor que el primero”, el único -sostiene- que resume “lo mejor y lo peor de la experiencia sentimental”. Así de categórica se muestra la autora al respecto, y para argumentar que en ellos pesa el lastre de lo aprendido en las nada inocentes historias infantiles acude a algunos de los ejemplos literarios míticos, como Cenicienta o La Bella Durmiente, a los príncipes que requerían sus amores, y a las hadas que resolvían con la magia los impedimentos sociales o morales. A partir de ellos recrea modelos y arquetipos humanos y compone la trama de los amores que unas y otros protagonizan. En ella entrarían la categoría de “los tímidos”que prefieren optar por objetos de amor “imposibles”, la de las “heroínas” resignadas al “sufrimiento” de sus amores “siniestros”, la de las relaciones “convencionales” convertidas, con el tiempo, en “cobijo contra el mal tiempo”, y la de los amores “furtivos”, los que se asumen “invisibles” porque el suyo es otro “modo de amar”.

¿A dónde le llevan esos personajes? A reivindicar la necesidad de saltar de una vez del cuento a la vida, a desasirse del efecto de lastrosos patrones y a concluir que, de alguna manera, esas historias son responsables de ilusiones que no caben en el mundo real. Al menos en la realidad de un tiempo como el presente, en el que tanto parece haber cambiado la idea del amor y de las relaciones afectivas y tan escasos son los resultados; en el que “las mujeres han evolucionado tremendamente y los hombres no han cogido su paso”, en el que urge disipar fantasías y miedos para atenuar los efectos de tanta “acción heroica” sobre el “primer amor”.

Estas consideraciones contienen las ideas más graves y afortunadas del libro. En ellas se reconoce a una escritora tajante y dinámica, de ideas firmes y firmeza a la hora de exponerlas. No sucede lo mismo con el grueso del libro que, aunque funciona con eficacia gracias a un material de fondo bien aprovechado, al ingenio del planteamiento y a las agudezas de las que bebe su buen estilo literario, muestra gateras. Que tienen más que ver con las razones sustentadas para justificar la rotundidad de su idea inicial, forzada a responder a lo anunciado en el título, con la exposición de sus motivos, que en ocasiones se dispersan en reflexiones generalizadoras en torno al amor, las mujeres y la vida, que con la reserva de recursos expresivos de los que hace gala. En ellos están sus mejores aciertos, y ¡claro está!, en el enfoque: en la idea de tirar de la memoria para evidenciar la necesidad de lanzarse a la conquista de un territorio personal que deje de rendirle vasallaje a la gramática de los cuentos de hadas.

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